Padre Cámara San Lucas Evangelista
14 de julio de 2014
462-0614
Tengo muchas llamadas ahora.
Son todas como
"¿eres Charles Bukowski,
el escritor?"
"Si", les digo
y me dicen que entienden
lo que escribo,
y algunos son escritores
o quieren serlo
y tienen trabajos tontos y horribles
y no pueden enfrentar la habitación,
el departamento,
las paredes,
esa noche.
Buscan alguien con quien
hablar,
y no creen que
yo no puedo ayudarlos,
que no conozco las palabras,
no pueden creer
que a menudo ahora
me doblo en mi habitación
agarrándome la panza y digo
"Jesús, Jesús, Jesús, ¡no de nuevo!"
Son todas como
"¿eres Charles Bukowski,
el escritor?"
"Si", les digo
y me dicen que entienden
lo que escribo,
y algunos son escritores
o quieren serlo
y tienen trabajos tontos y horribles
y no pueden enfrentar la habitación,
el departamento,
las paredes,
esa noche.
Buscan alguien con quien
hablar,
y no creen que
yo no puedo ayudarlos,
que no conozco las palabras,
no pueden creer
que a menudo ahora
me doblo en mi habitación
agarrándome la panza y digo
"Jesús, Jesús, Jesús, ¡no de nuevo!"
No pueden creer
que la gente sin amor
las calles
la soledad
las paredes
son mías también
y cuando cuelgo
piensan que me guardé
mi secreto.
Yo no escribo desde
el conocimiento.
Cuando suena el teléfono
a mí también me gustaría escuchar las palabras
que pudieran aliviar
un poco esto.
Por esa razón mi número
figura en la guía.
que la gente sin amor
las calles
la soledad
las paredes
son mías también
y cuando cuelgo
piensan que me guardé
mi secreto.
Yo no escribo desde
el conocimiento.
Cuando suena el teléfono
a mí también me gustaría escuchar las palabras
que pudieran aliviar
un poco esto.
Por esa razón mi número
figura en la guía.
Charles Bukowski
Con una pena de muerte
Con una pena de muerte
maldigo injustamente a los que antes compartieron
contigo los delirios de la carne.
Y se hace tarde,
y hay quien nos dice que debiéramos mirar
más el reloj.
El amor entre tú y yo
es, a veces,
como el silencio,
y al nombrarlo se rompe.
Noche tras noche
me hago adicto a tus ritmos,
tus sonidos, tus sabores.
Cargados de buenas intenciones
nos empapamos de urbanidad,
vendimiando en las aceras
alguna que otra hermosa amistad.
Y yo vigilo tu sonrisa mientras tomas un té
en un café del centro.
Mar adentro, mientras las sirenas cantan,
hay quien se tapa los oídos,
quien se ata al mástil de proa.
Tú y yo dejamos
que nos seduzcan con su canto.
Nos estrellamos
contra las rocas.
Con una pena de muerte
maldigo injustamente
al tiempo que nos maltrató.
Ahora tú y yo somos otros
y todo es una frágil pavesa,
que regresa al viento
como esta vieja canción.
Como esta vieja canción.
Como esta vieja canción.
Ismael Serrano
8 de julio de 2014
Redención (An old rectory)
Frits Thaulow
En la calle, contemplando la ventana tenuemente iluminada, dos figuras vestidas de negro murmuraban que el único hijo y asesino de los Hampton había salido esa mañana de la prisión del condado.
Variaciones Goldberg: Aria (1981)
Compositor: Johann Sebastian Bach
Intérprete: Glenn Gould
Invictus
Más allá de la noche que me envuelve,
negra como un pozo insondable,
agradezco al dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de la circunstancia
no he gemido ni llorado.
Bajo los golpes del destino
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
yacen los horrores de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me halla y me hallará sin temor.
Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,
cómo cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
negra como un pozo insondable,
agradezco al dios que fuere
por mi alma inconquistable.
En las garras de la circunstancia
no he gemido ni llorado.
Bajo los golpes del destino
si bien he sangrado, jamás me he postrado.
Más allá de este lugar de ira y llantos
yacen los horrores de la sombra,
y sin embargo la amenaza de los años
me halla y me hallará sin temor.
Ya no importa cuán estrecho haya sido el camino,
cómo cargada de castigos la sentencia,
soy el amo de mi destino:
soy el capitán de mi alma.
William Ernest Henley
4 de julio de 2014
Hoy
Hoy te he vuelto a ver
entre la gente,
tan hermosa, tan triste,
tan ausente...
todavía con mis flores,
con tu herida,
mi presente.
Funambulista
Para decirte la verdad debo empezar por el final,
no tuve tiempo de llamarte.
Hoy simplemente quiero andar,
mirar al cielo y esperar que caiga un platillo volante.
Sacar las cosas de quicio,
sentirme tan bien,
serán los bares que piso.
Seré funambulista, mañana el preso que escapó
y el que perdió de vista al desdichado cantautor,
un loco en la autopista o aquel honrado boxeador
que se tiró a una artista el mismo día que la amó.
Tengo mi llave perdida en el fondo del mar,
una razón que me vale pa’ no llegar esta noche al hogar.
Y una mirada que dice que quiere jugar,
aún no cerraron las calles, aún no me pienso acostar.
Sacar las cosas de quicio,
sentirme tan bien,
serán los bares que piso.
Seré funambulista, mañana el preso que escapó
y el que perdió de vista al desdichado cantautor,
un loco en la autopista o aquel honrado boxeador
que se tiró a una artista el mismo día que la amó.
Funambulista
1 de julio de 2014
El fraude existencial
Recordaba aquella tarde lluviosa de un invierno como pocos, cuando juntas madre e hija tomaban un chocolate muy caliente frente al ventanal de mosaicos del cálido y acogedor salón. Recordaba las palabras de su madre que antes de ser madre fue filósofa y ahora ya no estaba, no físicamente. Fue en esta tarde lluviosa cuando su madre le dijo dónde podría encontrar su diario secreto cuando ella ya no estuviese. Y ahora lo estaba leyendo, ahora que ella ya no estaba…
“El fraude existencial no llega mágica ni altruistamente a nuestras vidas. No es un complot del universo ni una conspiración cósmica, sentimos que nuestra vida es un fraude porque nosotros también lo somos…No podemos cargar a factores externos o a otras personas el peso de las causas de lo que nos ocurre, pues en gran medida, nuestra conducta y actitudes ante determinadas circunstancias o hechos, no son más que vaticinios de las consecuencias venideras. Tampoco podemos esperar que los demás nos salven, pues tener personas de confianza a las que recurrir en determinadas situaciones es importante y necesario, sin embargo, somos nosotros los que debemos solventar, somos nosotros los que debemos actuar en primera y en última instancia, es decir, en instancia única. Somos el mejor recurso para nosotros mismos y lo demás son apoyos o abandonos y nada más.
Cuando no somos justos somos un fraude, cuando no afrontamos ni nos enfrentamos somos un fraude. Cuando no actuamos conforme a nuestro sentir seguimos siéndolo, y cuando somos un fraude para nosotros mismos, lo somos para los demás y entonces nuestra vida, toda ella, es un fraude existencial.
Si no merecemos esto tampoco lo merece el prójimo, pues a fin de cuentas todos disponemos de un tiempo finito y en general, ese final viene más pronto de lo que podamos imaginar, así pues, si por mucho que tratemos de usar nuestra imaginación nunca alcanzaremos este conocimiento finito, no creo que sea fructífero proliferar en fraudes existenciales, pues éstos producen una agónica sensación de infinitud, y en el fondo, por muy preparados que creamos estar para asumir esta tremenda carga, ser un fraude y que tu vida también lo sea, es del todo improbable de asumir… Quién crea que lo lleva bien o lo asume estupendamente, debe tener presente que este pensamiento puede ser sólo una creencia y que o bien no es consciente de lo que le ocurre realmente, o bien su creencia errónea no es más que la confirmación de lo que es: Un fraude existencial.
¿De los siete mil millones de humanos que dicen hay en el mundo cuántos podrían considerarse un fraude existencial?”.
Después de leer estas palabras y mirando al cielo habló con su madre y llorando musitó: “Yo soy un fraude mamá y mi vida es un fraude existencial”. Llovía y era una tarde lluviosa de invierno, un invierno más, un nuevo invierno sin ella.
“El fraude existencial no llega mágica ni altruistamente a nuestras vidas. No es un complot del universo ni una conspiración cósmica, sentimos que nuestra vida es un fraude porque nosotros también lo somos…No podemos cargar a factores externos o a otras personas el peso de las causas de lo que nos ocurre, pues en gran medida, nuestra conducta y actitudes ante determinadas circunstancias o hechos, no son más que vaticinios de las consecuencias venideras. Tampoco podemos esperar que los demás nos salven, pues tener personas de confianza a las que recurrir en determinadas situaciones es importante y necesario, sin embargo, somos nosotros los que debemos solventar, somos nosotros los que debemos actuar en primera y en última instancia, es decir, en instancia única. Somos el mejor recurso para nosotros mismos y lo demás son apoyos o abandonos y nada más.
Cuando no somos justos somos un fraude, cuando no afrontamos ni nos enfrentamos somos un fraude. Cuando no actuamos conforme a nuestro sentir seguimos siéndolo, y cuando somos un fraude para nosotros mismos, lo somos para los demás y entonces nuestra vida, toda ella, es un fraude existencial.
Si no merecemos esto tampoco lo merece el prójimo, pues a fin de cuentas todos disponemos de un tiempo finito y en general, ese final viene más pronto de lo que podamos imaginar, así pues, si por mucho que tratemos de usar nuestra imaginación nunca alcanzaremos este conocimiento finito, no creo que sea fructífero proliferar en fraudes existenciales, pues éstos producen una agónica sensación de infinitud, y en el fondo, por muy preparados que creamos estar para asumir esta tremenda carga, ser un fraude y que tu vida también lo sea, es del todo improbable de asumir… Quién crea que lo lleva bien o lo asume estupendamente, debe tener presente que este pensamiento puede ser sólo una creencia y que o bien no es consciente de lo que le ocurre realmente, o bien su creencia errónea no es más que la confirmación de lo que es: Un fraude existencial.
¿De los siete mil millones de humanos que dicen hay en el mundo cuántos podrían considerarse un fraude existencial?”.
Después de leer estas palabras y mirando al cielo habló con su madre y llorando musitó: “Yo soy un fraude mamá y mi vida es un fraude existencial”. Llovía y era una tarde lluviosa de invierno, un invierno más, un nuevo invierno sin ella.
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