2 de octubre de 2013

La prisión

Estos cuatro muros eran todo lo que conocía, sólo conservaba vagos recuerdos de la vida fuera de ellos; su decoración era inquietante: cuadros pastoriles, peluches y un techo con una luna y varias estrellas pintadas. Sin duda, la mente enferma que estaba detrás sólo perseguía destrozar mi ya cansada alma; había intentado la fuga en numerosas ocasiones, pero siempre resultaba frustrada de forma violenta...

Cuando todo parecía perdido, cuando no me quedaban fuerzas ni para soñar, la puerta se abrió de repente: "Venga Agustín, se acabó el castigo, puedes salir a jugar".