27 de enero de 2013

25 de enero de 2013

Ciudad Cero

Una revolución.
Luego una guerra.
En aquellos dos años -que eran
la quinta parte de toda mi vida-,
yo había experimentado sensaciones distintas.
Imaginé más tarde
lo que es la lucha en calidad de hombre.
Pero como tal niño,
la guerra, para mí, era tan sólo:
suspensión de las clases escolares,
Isabelita en bragas en el sótano,
cementerios de coches, pisos
abandonados, hambre indefinible,
sangre descubierta
en la tierra o las losas de la calle,
un terror que duraba
lo que el frágil rumor de los cristales
después de la explosión,
y el casi incomprensible
dolor de los adultos,
sus lágrimas, su miedo,
su ira sofocada,
que, por algún resquicio,
entraban en mi alma
para desvanecerse luego, pronto,
ante uno de los muchos
prodigios cotidianos: el hallazgo
de una bala aún caliente,
el incendio
de un edificio próximo,
los restos de un saqueo
-papeles y retratos
en medio de la calle...
Todo pasó,
todo es borroso ahora, todo
menos eso que apenas percibía
en aquel tiempo
y que, años más tarde,
resurgió en mi interior, ya para siempre:
este miedo difuso,
esta ira repentina,
estas imprevisibles
y verdaderas ganas de llorar.

Ángel González

23 de enero de 2013

El café


Ayer te vi, sé que eras tú,
pidiendo fuego en un café con un hombre mayor
y tú riendo sin saber porqué,
después de tantos años no habías cambiado tanto.

Tus ojos parecían decir que has madurado
ya por fin pero los gestos te delatan,
reconozco tu perfil, insegura como ayer,
tan pequeña y tan mujer.

Y yo seguí espiándote,
seguí observándote beber aquel café
que sería express con leche fría o tal vez
te hayan cambiado el gusto los desengaños.

Pero sé que estas mejor,
te sienta bien el pelo corto y creo que él
pensaría igual por como estaba, hipnotizado sin hablar,
lo sé porque antes era yo quien ocupaba su papel.

Igual que un cuento llega el fin,
os levantasteis y al salir desde la puerta creo que te vi
girar la cara y sonreír, guiñaste un ojo
y después os perdisteis por Madrid.

Y yo seguí sentado allí
solo en mi mesa de el café,
había en la barra una mujer con ojos tristes,
creo que fui a acercarme y pregunté:
¿nos hemos visto alguna vez?

Luis Ramiro

20 de enero de 2013

Pigmalión y Galatea



Jean-Léon Gérôme

17 de enero de 2013

Lienzo

Aquella mañana amaneció como tantas otras, el cielo estaba cubierto de nubes de un color gris oscuro que amenazaba con mojar las aceras en cualquier momento. Era Domingo, el reloj apenas marcaba las ocho y por la calle no caminaba un alma, salvo alguien que paseaba al perro con cara de sueño y alguien que volvía a casa más bien perjudicado tras una noche de fiesta, dando tumbos de lado a lado de la calle. 

Suspiró mientras observaba aquella estampa dominical por la ventana. Se atusó el pelo canoso, se frotó los ojos y se dirigió al baño para darse una ducha caliente. Después preparó café y encendió la radio, se puso las gafas que resbalaron por su nariz y cogió un periódico pasado.

Se vistió, peinó y anudó la corbata. Observó su rostro en el espejo y sonrió, siempre tan elegante como en los viejos tiempos. Aunque un halo de nostalgia lo acompañaba siempre sobre sus hombros.

La calle ya tenía algo más de actividad mientras se dirigía a comprar el pan. Miró a la muchacha que despachaba, joven y hermosa, morena y de piel algo pálida con unos profundos ojos verdes de los que quitaban el hipo. Maldijo un par de veces para sus adentros a su nieto. “Este chaval es rematadamente estúpido, anda que todos los días pasar por aquí y no decirle nada a esta chica… ¡ay si me pilla a mí con cincuenta años menos!”

-Son sesenta céntimos caballero – dice mientras le entrega la barra de pan que ha pedido.
-Aquí tiene joven – dice entregándole el dinero y regalando una de sus mejores sonrisas.

La joven devuelve la sonrisa y nuestro hombre abandona el local con la cabeza alta. Se dirige al parque y da un paseo, algunos niños muy pequeños montan en bicicleta tras la atenta supervisión de sus padres, ve una pareja que camina de la mano y otra que hace deporte. Busca un banco vacío y se sienta mientras se evade con la mirada perdida, recuerda los tiempos en que sus hijos eran pequeños y corría detrás de ellos, los tiempos en que montar en bicicleta era toda una aventura, esos tiempos en que las rodillas no se empeñaban en recordarle una y otra vez los achaques de la edad.

Comparte alguna conversación con personas que se sientan en su banco, hablan de la crisis, del trabajo, del futuro que nos espera, de sueños y también del tiempo que hace. Conversaciones cortas, a lo sumo cinco minutos. Sin darse cuenta han dado las doce y es la hora del vermú.

Se dirige al bar para encontrarse con sus amigos, los de toda la vida. Algunos se pasan las horas muertas allí y se les va la pensión jugando a las máquinas. Vuelve a hablar del tiempo, de la crisis, de que las cosas que ya no son lo que eran, de los hijos, y de las nuevas pastillas que le ha recetado el médico.

A las dos se dirige a casa de uno de sus hijos para comer, allí está media familia aunque falta la persona más importante, vuelven a hablar del tiempo, de la crisis, del trabajo, de los sueños. En cierto momento alguien nombra a “mamá”. Nuestro hombre se queda mudo y cambia de tema rápido, no puede disimular un pinchazo en su pecho, el vacío que dejó es inmenso y no lo cura el tiempo. Se pierde entre recuerdos y nostalgias.

La sobremesa se alarga y acaban pasando toda la tarde. Vuelve a casa ya de noche, se ducha y cena. Se acuesta en la cama y mira el lado izquierdo, un sitio que lleva sin ocupar cinco años. Justo desde el día en que se fue. Respira hondo y suspira. Abraza su almohada y tarda en dormirse más de la cuenta. Una lágrima moja la almohada. La echa tanto de menos...

Dicen que la vida sigue y tienen razón. Pero hay personas que no se marchan. Personas que ocupan la mitad de la cama aunque no estén, aunque se hayan ido. Personas que te hicieron feliz.




A ti, que te marchaste sin ver llegar Agosto... No te olvidamos. Quise narrar el texto como si yo fuera un pintor y esto el lienzo, por todas las sonrisas que tú conseguiste dibujar en los que te rodeaban. No se me ocurría un homenaje mejor.

16 de enero de 2013

Urgencias


Sentí la fragilidad en una sala de urgencias,
cualquier día tropiezas y te partes en dos
comiendo aceitunas y bebiendo cerveza
o con esa calada que te dio mala tos.

¿Y dónde irán entonces tos tus sueños,
entonces quién se acordará de ti?
La vida seguirá aunque estés muerto,
¿y quién será sin ti también feliz?

Sentí la fragilidad si pasó una ambulancia
si en la vida partida va venciendo el dolor,
la vi por televisión, hospital de campaña,
bombardeo inminente, le falló el corazón.

Y seguiré sin entender su danza,
que viene y va, que lleva y trae, que arranca.
Y que te espera en un rincón,
que te amenaza.
Y que no atiende a la razón
si pasa pasa y te vas.

Si pasa...

Dime quien no teme, será quien no piensa,
dime si no sientes la fugacidad inmensa
de todas las cosas, de todos los seres,
dime si te asusta, será que te importa.

Puede que te haga pensar en ser algo mas bueno,
tal vez quieras mejorar o también puede que no,
pero se consciente, perfeccionamiento,
es de la vida el fin último y del cuento el argumento.

Si no ves caer todo lo que un día se alza,
dime si no entiendes que esta mudanza avanza,
precisión mecánica, no entiende su lógica,
trágica a menudo la transformación orgánica.

No sirven las súplicas,
cuida de tu alma.
No sirven las súplicas,
cuida de tu alma
No sirven las súplicas,
no, no sirven.

Sentí la fragilidad en una sala de urgencias,
cualquier día tropiezas y...

Muerdo

14 de enero de 2013

La Erección de la Cruz


Peter Paul Rubens

13 de enero de 2013

Gilipollas

No hago nada esta noche.
Fumo y miro por la ventana.
Puede que más tarde me tome otra pastilla.
Voy a seguir un rato aquí.
Tengo tiempo. Tengo todo el tiempo del mundo.
En realidad todos tenemos todo el tiempo del mundo.
Por eso lo tiramos diariamente a la basura.
Lo que importa lo tiramos siempre a la basura.
No hemos venido al mundo a hacer cosas que importen. Hemos venido a hacer el tonto.
Es lo que mejor sabemos hacer.
Luego nos dicen que nos vamos a morir y no se nos ocurre otra cosa que preguntar: «¿Por qué yo?».
La respuesta es: «¿Y por qué no, gilipollas? ¿Qué has hecho tú que justifique alargar tu vida?».

Roger Wolfe

9 de enero de 2013

Old Goodbyes


Early Sunday morning,
By the sound of the bell
I can tell the day’s going to be some kind of nightmare.
I walk you to the station
With your suitcase in my hands;
All is well just as long as the lights are on
And no one asks you.

It’s like you said:
Sometimes you pretend
And sometimes you just forget
As pages are turned over.
But some lines remain in your mind
Through the test of time
To carve their way into your old goodbyes.

And maybe I am guilty for the things you’ve left undone,
I don’t know,
Maybe I am the scratch on your knee not healing
But when your mother gave you away
You just couldn’t say a word,
Welcome home,
Now the world looks new to you
But it turns faster,
Way much faster.

Like you said:
Sometimes you pretend
And sometimes you just forget
As pages are turned over
But some lines remain in your mind
Through the test of time
To carve their way into your old goodbyes.

Pájaro Sunrise

8 de enero de 2013

Santa Ana, la Virgen y el Niño



Leonardo da Vinci

7 de enero de 2013

Confesión

Esperando la muerte
como un gato
que va a saltar sobre
la cama.

Me da tanta pena
mi mujer.

Ella verá este
cuerpo
blanco,
rígido,
lo zarandeará una vez y luego
quizás
otra:

“¡Hank!”

Hank no
responderá.

No es mi muerte lo que
me preocupa, es mi mujer
que se quedará con este
montón de
nada.

Quiero que
sepa
sin embargo
que todas las noches
que he dormido a su lado,
incluso las discusiones
más inútiles,
siempre fueron
algo espléndido.

Y esas difíciles
palabras
que siempre temí
decir
pueden decirse
ahora:

Te amo.

Charles Bukowski

6 de enero de 2013

Amor se llama el juego


Hace demasiados meses
que mis payasadas no provocan tus
ganas de reír.

No es que ya no me intereses
pero el tiempo de los besos y el sudor
es la hora de dormir.

Duele verte removiendo
la cajita de cenizas que el placer
tras de si dejo.

Mal y tarde estoy cumpliendo
la palabra que te di cuando juré
escribirte una canción.

Un dios triste y envidioso
nos castigó
por trepar juntos al árbol
y atracarnos con la flor de la pasión
por probar aquel sabor.

El agua apaga el fuego
y al ardor los años,
amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño.

Y cada vez peor
y cada vez mas rotos
y cada vez mas tú
y cada vez mas yo
sin rastro de nosotros.

Ni inocentes ni culpables
corazones que desbroza el temporal,
carnes de cañón.

No soy yo, ni tú, ni nadie,
son los dedos miserables que le dan
cuerda a mi reloj.

Y no hay lagrimas
que valgan para volver
a meternos en el coche
donde aquella noche en pleno carnaval
te empece a desnudar.

El agua apaga el fuego
y al ardor los años,
amor se llama el juego
en el que un par de ciegos
juegan a hacerse daño.

Y cada vez peor
y cada vez mas rotos
y cada vez mas tú
y cada vez mas yo
sin rastro de nosotros.

Joaquín Sabina

5 de enero de 2013

3 de enero de 2013

Don Juan Tenorio (Parte I - Acto I - Escena XII - Don Luis)

D. Juan:
Empezad, pues.

D. Luis:
Allá va.
Buscando yo, como vos,
a mi aliento empresas grandes,
dije: "¿Dó iré, ¡vive Dios!,
de amor y lides en pos,
que vaya mejor que a Flandes?
Allí, puesto que empeñadas
guerras hay, a mis deseos
habrá al par centuplicadas
ocasiones extremadas
de riñas y galanteos."
Y en Flandes conmigo di,
mas con tan negra fortuna,
que al mes de encontrarme allí
todo mi caudal perdí,
dobla a dobla, una por una.
En tan total carestía
mirándome de dineros,
de mí todo el mundo huía;
mas yo busqué compañía
y me uní a unos bandoleros.
Lo hicimos bien, ¡voto a tal!,
y fuimos tan adelante,
con suerte tan colosal,
que entramos a saco en Gante
el palacio episcopal.
¡Qué noche! Por el decoro
de la Pascua, el buen Obispo
bajó a presidir el coro,
y aún de alegría me crispo
al recordar su tesoro.

Todo cayó en poder nuestro:

mas mi capitán, avaro,
puso mi parte en secuestro:
reñimos, fui yo más diestro,
y le crucé sin reparo.
Juróme al punto la gente
capitán, por más valiente:
juréles yo amistad franca:
pero a la noche siguiente
huí, y les dejé sin blanca.
Yo me acordé del refrán
de que quien roba al ladrón
ha cien años de perdón,
y me arrojé a tal desmán
mirando a mi salvación.
Pasé a Alemania opulento:
mas un provincial jerónimo,
hombre de mucho talento,
me conoció, y al momento
me delató en un anónimo,
Compré a fuerza de dinero
la libertad y el papel;
y topando en un sendero
al fraile, le envié certero
una bala envuelta en él.
Salté a Francia. ¡Buen país!,
y como en Nápoles vos,
puse un cartel en París
diciendo: «Aquí hay un don Luis
que vale lo menos dos.
Parará aquí algunos meses,
Y no trae más intereses
ni se aviene a más empresas,
que a adorar a las francesas
y a reñir con los franceses.»

Esto escribí; y en medio año

que mí presencia gozó
París, no hubo lance extraño,
ni hubo escándalo ni daño
donde no me hallara yo.
Mas, como don Juan, mi historia
también a alargar renuncio;
que basta para mi gloria
la magnífica memoria
que allí dejé con mi anuncio.
Y cual vos, por donde fui
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
Mi hacienda llevo perdida
tres veces: mas se me antoja
reponerla, y me convida
mi boda comprometida
con doña Ana de Pantoja.
Mujer muy rica me dan,
y mañana hay que cumplir
los tratos que hechos están;
lo que os advierto, don Juan,
por si queréis asistir.
A esto don Luis se arrojó,
y escrito en este papel
está lo que consiguió:
y lo que él aquí escribió,
mantenido está por él.

José Zorrilla

2 de enero de 2013

El peligro


El peligro no es cuestión de un par de golpes.
El peligro es no saber a dónde ir.
El peligro es no encontrar jamás tu sitio
y sentir que ya llegaste sin salir.
El peligro es el fantasma que planea
sobre aquello que juraste un día alcanzar,
y te ata de las manos
mientras graba en tu pellejo
una cifra, una letra y a volar,
una cifra, una letra y a volar.

Y correr dicen que es cosa de cobardes,
pero todos somos carne de cañón;
yo lo soy y no me importa
confesar que más que nadie,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?

El peligro es perder a quién se ama
con la furia que desata el huracán,
comprobar que en casa ya no espera nadie
y que no hay nadie a quien puedas esperar,
y que no hay nadie a quien puedas esperar.

Y correr dicen que es cosa de cobardes,
pero todos somos carne de cañón;
yo lo soy y no me importa
confesar que más que nadie,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?

El peligro es cuando queman las entrañas,
por amor o desamor, ¿qué más me da?,
y el valor se te hace escarcha
y el aire explota y amarga
en tu pecho por la mujer que se va,
en tu pecho por la mujer que se va.

Y correr dicen que es cosa de cobardes,
pero todos somos carne de cañón;
yo lo soy y no me importa
confesar que más que nadie,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?
Y correr dicen que es cosa de cobardes,
pero todos somos carne de cañón;
yo lo soy y no me importa
confesar que más que nadie,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?,
pero ¿aquí, quién no es cobarde por amor?

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