Muy bien, don Juan.
D. Juan:
¡Vive Dios!
D. Gonzalo:
¿Quién es ese hombre?
D. Luis:
Un testigo
de su miedo, y un amigo,
Comendador, para vos.
D. Juan:
¡Don Luis!
D. Luis:
Ya he visto bastante,
don Juan, para conocer
cuál uso puedes hacer
de tu valor arrogante;
y quien hiere por detrás
y se humilla en la ocasión,
es tan vil como el ladrón
que roba y huye.
D. Juan:
¿Esto más?
D. Luis:
Y pues la ira soberana
de Dios junta, como ves,
al padre de doña Inés
y al vengador de doña Ana,
mira el fin que aquí te espera
cuando a igual tiempo te alcanza,
aquí dentro su venganza
y la justicia allá fuera.
D. Gonzalo:
¡Oh! Ahora comprendo... ¿Sois vos
el que...?
D. Luis:
Soy don Luis Mejía,
a quien a tiempo os envía
por vuestra venganza Dios.
D. Juan:
¡Basta, pues, de tal suplicio!
Si con hacienda y honor
ni os muestro ni doy valor
a mi franco sacrificio
y la leal solicitud
con que ofrezco cuanto puedo
tomáis, ¡vive Dios!, por miedo
y os mofáis de mi virtud,
os acepto el que me dais
plazo breve y perentorio,
para mostrarme el Tenorio
de cuyo valor dudáis.
D. Luis:
Sea; y cae a nuestros pies,
digno al menos de esa fama
que por tan bravo te aclama.
D. Juan:
Y venza el infierno, pues.
Ulloa, pues mi alma así
vuelves a hundir en el vicio,
cuando Dios me llame a juicio,
tú responderás por mí.
(Le da un pistoletazo.)
D. Gonzalo:
¡Asesino! (Cae.)
D. Juan:
Y tú, insensato,
que me llamas vil ladrón,
di en prueba de tu razón
que cara a cara te mato.
(Riñen, y le da una estocada.)
D. Luis:
¡Jesús! (Cae.)
D. Juan:
Tarde tu fe ciega
acude al cielo, Mejía,
y no fue por culpa mía;
pero la justicia llega,
y a fe que ha de ver quién soy.
Ciutti:
(Dentro.)
¿Don Juan?
D. Juan:
(Asomando al balcón.)
¿Quién es?
Ciutti:
Por aquí;
salvaos.
D. Juan:
¿Hay paso?
Ciutti:
Sí;
arrojaos.
D. Juan:
Allá voy.
Llamé al cielo y no me oyó,
y pues sus puertas me cierra,
de mis pasos en la tierra
responda el cielo, no yo.
(Se arroja por el balcón, y se le oye caer en el agua del río, al mismo
tiempo que el ruido de los remos muestra la rapidez del barco en que parte;
se oyen golpes en las puertas de la habitación, poco después entra la justicia,
soldados, etc.).
José Zorrilla