Con una pena de muerte
maldigo injustamente a los que antes compartieron
contigo los delirios de la carne.
Y se hace tarde,
y hay quien nos dice que debiéramos mirar
más el reloj.
El amor entre tú y yo
es, a veces,
como el silencio,
y al nombrarlo se rompe.
Noche tras noche
me hago adicto a tus ritmos,
tus sonidos, tus sabores.
Cargados de buenas intenciones
nos empapamos de urbanidad,
vendimiando en las aceras
alguna que otra hermosa amistad.
Y yo vigilo tu sonrisa mientras tomas un té
en un café del centro.
Mar adentro, mientras las sirenas cantan,
hay quien se tapa los oídos,
quien se ata al mástil de proa.
Tú y yo dejamos
que nos seduzcan con su canto.
Nos estrellamos
contra las rocas.
Con una pena de muerte
maldigo injustamente
al tiempo que nos maltrató.
Ahora tú y yo somos otros
y todo es una frágil pavesa,
que regresa al viento
como esta vieja canción.
Como esta vieja canción.
Como esta vieja canción.
Ismael Serrano