10 de noviembre de 2014

Rima LXXIV

Las ropas desceñidas,
desnudas las espaldas,
en el dintel de oro de la puerta
dos ángeles velaban.

Me aproximé a los hierros
que defienden la entrada
y de las dobles rejas, en el fondo,
la vi confusa y blanca.

La vi como la imagen
que en leve ensueño pasa,
como el rayo de luz tenue y difuso
que entre tinieblas nada.

Me sentí de un ardiente
deseo llena el alma;
¡como atrae un abismo, aquel misterio
hacía sí me arrastraba!

Mas ¡ay!, que de los ángeles
parecían decirme las miradas:
"¡El umbral de esta puerta
sólo Dios lo traspasa!
"


Gustavo Adolfo Bécquer