educación que nos obliga
a ceder el asiento
a esas señoras
que hasta que no se sientan
puede darles
cualquier cosa fatal.
Los empujones. El olor. Que nadie
fume y tenga que aguantar
todos los pormenores
del infarto
que le dio a no sé quién.
Las leyendas que llevan
en los flancos.
Los frenazos. Y muchas
cosas más que ahora me callo
porque me bajo aquí.
Karmelo C. Iribarren